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Crespúsculo doméstico sin generador

Versión editada de una entrada en mi diario a dos meses del huracán María. 

El asueto del generador de electricidad devuelve sonidos cotidianos a mi tarde. Escucho el móvil sonando como si cantara para una vieja melodía que el viento, solo el viento conoce. No interrumpe. Es como una gota de agua tibia sobre piel mojada. Siento su repique y tintinar en mi espalda como cosquillas que empiezan en el centro de mi oído.

Escuché el sonido de la cáscara de huevo rompiendo contra el plato. La pequeña estufa de gas golpeando contra el sartén de acero.

El windchime me llama otra vez. Se presenta entre el rumor de los carros y las motoras que aspiran a un deseo operático en el túnel de Minillas.

El rumor del tráfico puede confundirse con el viento o el mar. Hoy me dieron ganas de ver el mar.

Pero el silencio me ancla. Ya empieza a cambiar la luz de la tarde y se anuncia la llegada de mi momento favorito cuando el atardecer se transforma en la noche, ese intermedio alucinante. Me encanta como la luz del crepúsculo entra a mi apartamento, en mí. Creo que esta vez celebraré su llegada con algunas velas.

Esperando la hermosura de la frontera celestial entre el día y la noche. El momento de imprecisión, inquietud. Una ruptura en el tiempo. Un posible descubrir de otra dimensión, otro plano existencial. La luz y la oscuridad en un juego que transforma mi paisaje. ¿Qué otras vidas habitarán esos espacios color naranja y violeta? ¿Qué otras sombras se posan sobre el campo de visión? Otras figuras emergen de las sombras.

Anoche y por primera vez, me sentí inhabilitada en la oscuridad. Usualmente la espero acostada en el sofá o en un sillón, sintiéndome sumergida en el cambio de luz. Pero esta es otra oscuridad, es la de la catástrofe, la ineptitud, la incompetencia y el olvido. En lugar de encender una vela en reverencia al crepúsculo, ayer la encendí para alumbrar mis movimientos torpes y vulnerables. Fue solo por una noche. Vivo en un condominio con un generador monstruoso que falló por primera vez y fue reemplazado en menos de un día. ¿Cuántas otras miles de personas en Puerto Rico han tenido que dominar sus pasos en la tiniebla por meses? Yo me desarmé por una noche. Solo tomó una noche.

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