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an introduction

“I’m so far gone,” I said. There was nothing between us, but the steam of my coffee mug. We were relaxing on the sofa, and he was reading his book, as usual. He paused and looked at me. “What do you mean?” he asked. I thought about it. I shouldn’t have said anything. Now I must explain myself. But what for? What is the point of a long conversation about my feelings? He will listen. I know that. It’s not about feeling unappreciated, ignored. It’s the opposite. I revealed myself. I said far too much. He would disagree, because I say so little about myself. Well, not about my life and daily occurrences. Just not enough about the simmering and incapacitating thoughts that inundate my days and keep me up at night.

He knows and waits. I flicked my finger over the mug. I could feel his gaze. He waited for something. Just a sentence or a few words. I took a long pause and sighed. “I don’t know. It’s nothing, really. I’m just tired and distracted.” That gaze again. I heard a low assent.

I took a deep breath, fighting the urge to sulk, open a diary and jot away my thoughts, as if I could disintegrate their meaning. If I could only will myself into transformation and life change. If I could only command myself as I used to in those youth poems about finding my true self and letting it bask in the sun, unconcerned and unapologetic saying “this is me.”

“I should write again,” I said. “It was something I used to enjoy and need. I don’t think I was too bad at it.”  At this point he stopped reading and put the book on his lap, listening attentively. But I paused. That was too much of an audience.  “You should write, then,” he said, really meaning: do go on. But it was decided. I refused to be another cliché and go write in a journal. Instead, I’ve prepared this introduction. Maybe an introduction to a story, a vignette, a novel, a thriller, an essay, a fantasy, or a poem. Who knows! But it seems as if I need to earn my right to write again. Never mind the question about language. To write in English or Spanish? In which language am I more comfortable writing? I will have to figure that one out as I go. For now, I just have to dive in. Dive, dive, dive, and then float, open my eyes and see where I find myself. In what shore or vast ocean.

What you don’t know about me is that I always go through this. I’ve come to realize it’s like a routine, a sort of courtship. I can’t just go on the computer and type up a story of any kind. I usually start from within. Or, if lucky, I start with a good story I’ve heard, a snapshot of a conversation, an observation or an anecdote: an introduction.

You see, sometimes stories keep me up at night. Not my own. But the ones that I’ve loaned from others. I pick up where they left and make up a sequel, a continuance, or a separate story line altogether. It’s like an exercise to keep me away from those incapacitating and insomnia-inducing thoughts. It’s an excellent sleeping pill. But sometimes, those stories I keep mulling over keep me up. Worse yet, they keep me from my own stories.

And so here it is. An introduction… sort of.

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Sin historias para contar. Aunque…

En estos últimos cuatro meses no hice más que escribir la tesis. Ya está defendida y solo falta hacerle unas últimas revisiones de estilo y formato. La vida desaparece un poco cuando lo único que ocupa la mente es terminar un proyecto de grado.

Y ahora, ¿qué? A buscar trabajo. Cuando empecé la maestría tenía una idea muy clara de lo que quería hacer. Pensé que en lo que terminaba la maestría tendría una idea fija de qué me gustaría hacer por los próximos cinco años. ¡Tremendo plan! Y bien, sigo decidiendo. Opté por trabajar un año antes de hacer el doctorado, por razones económicas y porque en cierta medida no estoy segura de lo que quiero hacer. Tengo ideas, o más bien sospechas de proyectos, cosas que me gustaría tratar antes de ingresar a la academia.

Aquí es donde empieza el dilema. ¿Cómo me presento al mundo laboral? Voy a obviar los detalles. Lo que sí puedo compartir es que nunca imaginé terminar dividida en tantas partes. Tengo como cuatro clones de mi resumé, cada cuál diseñado específicamente para un área laboral. Esos cuatro no incluyen cada resumé que he preparado para posiciones vacantes. Todo se trata de costumizing y saber mercadearse.

La ironía es que uno trabaja arduamente para hacerse una carrera profesional fija, directa y coherente, pero a la hora de buscar trabajo necesitas romper esa carrera en dimensiones paralelas. Cuando entras a la universidad todas las recomendaciones e instrucciones son para fijarte metas profesionales espefícias en carreras claras: medicina, periodismo, leyes, sociología, comunicación, literatura, etc. Pero las oferta de trabajo no siempre responden a categorías discretas. He revisado y reescrito demasiado mi resumé. Siempre lo leo y pregunto: ¿Qué puedo sobresaltar esta vez? Todo por conectar mis destrezas con lo que buscan los empleadores.

Confieso que ha sido un poco divertido imaginarme en trabajos impensados. Siempre he trabajado en el sector público. Ahora miro relaciones públicas y mercadeo como opciones y pienso cómo sería trabajar en ambietes donde el bottom line es hacer dinero. Ganaría más dinero y, como dice mi padre, hacer dinero no es malo.

Pero siempre vuelvo al sector público y a las organizaciones sin fines de lucro porque es lo que conozco. Siento que me daría satisfacción personal. Aun así, me río al pensar en todas esas causas sociales ajenas a mí. Por más que una causa sea justa o válida no quiere decir que me sea familiar. Yo le he prestado más atención a los temas ambientales que a la salud, y más al desarrollo comunitario que a la educación. Por ejemplo, estoy considerando una posición en una asociación de contables públicos a pesar de la fobia que le tengo a los números y las cuentas. ¿Cómo será trabajar para una asociación de contadores públicos? En blanco. Me falla la imaginación. El trabajo es noprofit, pero completamente ajeno a mí.

En fin, que esto de buscar trabajo se ha convertido en un arroz con pollo de aspiraciones, compromisos cívicos, planes en espera, deseos y necesidades.

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Research

Ramón López – Visto desde el pupitre

No es sorpresa que la editorial que publicó su más reciente libro describa a Ramón López en trío y con guiones: artesano-antropólogo-plenero. Y no lo digo porque en la onda post estén de moda los guiones y las palabaras compuestas. Ahora que me ha tocado preparar material promocional sobre la presentación de su libro en Chicago, me he encontrado con la difícil tarea de traducir tal trío a quienes no lo conocen. Pensé dividirlo en partes y dedicar un párrafo a cada palabra, pero opté por respetar el trío siempre que sea posible. Ramón López es antropólogo. Escribe sobre la cultura popular puertorriqueña. Ha estado involucrado con varios grupos de plena y hace tapices. Sus escritos incluyen coros y rimas. Leerlo es escucharlo. Por eso estoy convencida de que el trío no se debe romper. No se puede describir una parte de su vida sin hacer referencia a la otra.

Conocí y leí por primera vez a Ramón López en un curso sobre comunicación y cultura popular dictado por Luis Fernando Coss a final de los noventa en la Universidad de Puerto Rico. Coss invitó a López a darnos una charla. Nos habló de sus estudios, de la plena, de su trabajo en Chicago y de un periódico que recién publicaba en la ciudad. López alteró la forma en que yo entendía los estudios culturales hasta ese momento. Me presentó una forma única de leer el mundo, de imaginar estudios culturales y de pensar la historia. Yo venía de terminar cursos básicos de ciencias sociales y de masticar conceptos escurridizos. Hasta ese momento no había leído un texto académico tan cotidiano, tan vivo, tan cercano, y que usara palabras tan puertorriqueñamente coloquiales para describir fenómenos socio culturales. Se podía hablar de la plena y hablar de procesos de organización y resistencia política a la misma vez. Se podía vivir el fenómeno cultural y estudiarlo. Estudiar el mundo no equivalía a extraerse del mundo. En fin, con López comencé a entender los fenómenos sociales y culturales como experiencia vivida, pero sobre todo empecé a atreverme a sentirme involucrada. Entendí que era posible rechazar posiciones absolutistas que enajenan al investigador de su sujeto. Ahora que he dedicado unos años al estudio de la comunicación, pienso en ese encuentro con López como uno de los eventos que marcaron mi curiosidad intelectual.

Mi segundo encuentro con Ramón López fue en Chicago durante una conferencia sobre la bomba. Asistí en apoyo a una amiga que presentaba un capítulo de su disertación sobre la diáspora puertorriqueña, identidad y música popular. En ese momento tomaba un curso en UIC sobre etnografías en “Latino and Latin American Studies” y aproveché la ocasión para tomar notas. Entre comentarios y consejos, López se puso de pie y preguntó a mi amiga que cuándo esperaba compartir los resultados con la comunidad. “Estamos hartos”, explicó Ramón, “de estudiantes graduados que vienen aquí, hacen su trabajo, dicen que serán uno de los pocos que mostrarán su trabajo a la comunidad, pero nunca lo hacen ni sabemos nada de ellos”. Fue una bandera roja elevada en señal de cautela. Aunque solo era parte del público, sentí un golpetazo en el estómago. Esa señal era para mí también. Me recordó algo que percibí cuando participé en un estudio sobre un periódico comunitario en Chicago. La sensación de que como investigadores quitamos algo a quienes investigamos sin tener mucho que ofrecer a cambio más que nuestra gratitud infinita, unas líneas en la sección de agradecimientos, y la esperanza de que nuestro tabajo signifique algo para ellos. Este es mi segundo vínculo con López. Un recordatorio punzante que se hace más pertinente ahora que termino mi tesis. Sigue punzante cuando recuerdo la mirada inqiueta de mis “research participants” que preguntan cuándo espero mostrar los resultados de mi estudio. Siempre respondí con la promesa de volver y nutrir mi tesis con sus comentarios. Soy una estudiante graduada más haciendo promesas.

Ante la idea de encontrarmelo otra vez, me pregunto cómo vino él a parar en mi vida en instantes determinantes de mi formación intelectual. Y me pregunto qué aprenderé de su presentación esta semana. Nunca he hablado con él. Dudo que me reconozca. Seguro que para él soy más que otro cuerpo atento en un pupitre. Ramón López siempre ha estado presente en mi radar intelectual. Pero no es hasta este momento que me veo en la necesidad explicar su presencia. En otras palabras, ¿por qué escribo esta entrada en este aburrido blog? Porque de pasada o no, por accidente o no, nuestros encuentros me han ayudado a cuajar como investigadora.

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Puerto Rico

An Evening of Bembeteos

Anthropologists-artisan-plenero and writer Ramón López will present his latest book “Los Bembeteos de la Plena Puertorriqueña” at the Segundo Ruiz Belvis Cultural Center in Chicago.

Bembeteos -- Book Presentation & Photo Exhibit

The book is a collection of texts about the history and recent developments of plena in Puerto Rico. There will be live plena and a photo exhibit by Elías Carmona.

Plena is a percussive-driven musical and dance tradition. With “Los Bembeteos de la Plena Puertorriqueña,” López examines everyday expressions of plena in Puerto Rican neighborhoods and other quotidian settings. Bembeteos is a colloquial word used in Puerto Rico to describe casual conversations or chatter, and López argues that plena is a form of musical bembeteos. The author presents too a critical discussion of how the Puerto Rican state uses plena to impose a cultural hegemonic consensus.

March 6, 2008 at 7:30 p.m.

4040 W Armitage

Chicago, IL

773.698.6004

http://www.srbcc.org

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Duditativa

Lamento no tener comentarios para hacer.