Después del huracán María estuvimos incomunicados debido a varios derrumbes en la carretera.
El más grande estaba en la entrada a la carretera 741 que lleva a la casa de mis padres donde pasamos el huracán. Varias personas cruzaron el derrumbe de casi una cuadra para ver a sus familiares.
Una de esas personas fue el papá de mi hijo Diego. Llegó dos veces hasta allí. La primera no pudo seguir porque era tarde y se acercaba la hora del toque de queda. La segunda vez caminó a todo pulmón esa cuesta llena de lodo y escombros. Llegó a la casa jadeando lleno de barro hasta la cintura y con sus zapatos destruidos, pero energizado por el amor y el alivio de abrazar a su hijo.
El día después del huracán vimos cómo entre la neblina aparecían figuras fantasmagóricas que se materializaban llenas de fango y respirando profundo. Una mujer se desplomó en en la carretera. Sufre del corazón, pero se negó a parar y descansar. Llevamos una silla hasta donde ella, pero rehusó sentarse. Tuvimos que insistir para que por lo menos se llevara una botella de agua. Quería llegar. Y siguió subiendo la cuesta.
Una señora llegó con su esposo para buscar noticias de su hijo y ver su casa. Otra pareja joven dejó a sus hijos pequeños bien cuidados en San Juan para ver si su hogar, que era de madera, seguía en pie.
Ese día también salieron varios grupos de la comunidad a visitar casa por casa para ver cómo estaban las familias. Una brigada salió a liberar algunas rutas con equipo y combustible que prestó uno de los vecinos.
Nuestro barrio aguantó bastante bien, pero varias familias se quedaron sin casa. La carretera estaba tomada por el tendido eléctrico y los árboles. Los vecinos rápidamente recogiendo los escombros a su alrededor. La casas de campo solitarias y arropadas por troncos, hojas, árboles, paneles y cables aguardaban la llegada de sus dueños citadinos.
Antes del huracán, los vecinos de mis padres les orientaron sobre cómo sería el evento para la comunidad: aquí nos tenemos a nosotros porque el municipio va a tardar en llegar. Así mismo… se tienen los unos a los otros. Como Barrio Culebras en Cayey hay muchos otros barrios en Puerto Rico… hasta en las peores condiciones.